miércoles, 28 de julio de 2010

Cocinaterapia




...nada importaba, ni siquiera la música de fondo, sólo cocinar y cocinar, y seguir cocinando hasta quedar contenta...



Ante unas semanas muy poco motivantes he recurrido a una de mis terapias preferidas: la cocina.


Fue un impulso, unas ganas furiosas de preparar todo lo que estaba en el refrigerador y llenarme la cabeza de aromas que me recordaran personas y viajes entrañables, guisos reconfortantes como un abrazo, sabores que me hacen reír. Puse mi música favorita a todo volumen, me amarré el delantal, me hice un chongo y cerré la puerta de la diminuta cocina. Dueña y señora del espacio, di rienda suelta a mi caos creativo. ¡A gozar se ha dicho!

Aquello era un auténtico despapaye: aceites de oliva, maíz y ajonjolí, cáscaras de berenjena y pepino tiradas alrededor del bote de basura, chiles secos tapizando la mesa, las cuatro hornillas de la estufa ocupadas con ollas de arroz, pasta, champiñones y caldo de pescado. Parecía que estaba cocinando para un regimiento o que tendría invitados a cenar esa misma noche. Pero nada importaba, ni siquiera la música de fondo, sólo cocinar y cocinar, y seguir cocinando hasta quedar contenta. Claro, después había que lavar todo, pero una vez haciéndose a la idea, con un buen soundrack se pasa rápido el cochambroso trámite.

Si mi madre (una cocinera muy práctica y experimentada) o mi hermana (una chef estilista de alimentos) me vieran cocinando, estarían francamente asustadas de la cantidad de veces que me chupo los dedos, del desorden que acumulo mientras cocino, de cómo mezclo cucharas en los guisos, de los pasos que me brinco e invento para componer un arroz de dudosa consistencia. Pero se sentirían muy contentas de verme jugar en la cocina y, sin duda, estarían muy satisfechas al probar el resultado.

El simple hecho de no cocinar por obligación hace que esto se convierta en algo terapéutico, un espacio para relajarse, experimentar, jugar y no pensar en las preocupaciones cotidianas. El acto mismo de transformar la materia en un alimento complejo y delicioso, nos conecta con el poder creativo que todos tenemos y podemos ejercer con los medios que tengamos a la mano. Porque una cosa es cocinar para quitarse el hambre y otra es nutrir cuerpo, alma e imaginación; a través de esos pequeños actos de creatividad la mente encuentra alivio y estímulo al mismo tiempo.

Cocinar sólo por el placer de hacerlo tiene muchas recompensas además de la experiencia sensorial y relajante. Tal vez hayan visto películas como
El festín de Babette, Julie&Julia o Como agua para chocolate. Ahí la cocina se convierte en una forma de expresión, en una liberación que implica transformar un pedazo de mundo en un lugar deleitable, tanto para quien cocina como para los comensales. Porque en la cocina como en la vida, el destino es el camino. Un camino que toma mucho más sentido cuando se comparte.



Artículo originalmente publicado en Yahoo!

3 comentarios:

  1. La cocina puede llegar a liberar lo más profundo de tu alma, y quien pruebe tus platillos, en realidad estará probando tus más profundos sentimientos que van mezclados en los aromas y el sabor de lo que presentas.
    Totalmente de acuerdo contigo.

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  2. "El simple hecho de no cocinar por obligación hace que esto se convierta en algo terapéutico, un espacio para relajarse, experimentar, jugar y no pensar en las preocupaciones cotidianas."

    pienso lo mismo, todo el tiempo cocino, me desestresa
    felicidades por el buen escrito!
    saludos

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  3. Os invito a visitar un anueva página web de cocina diferente; con una gradual aportación de recetas (tradicionales, básicas, clásicas, vintage, regionales, para crisis, suntuosas, europeas etc.) explicadas paso a paso a través de fotografías, combinadas con historias y recuerdos nostálgicos que tienen que ver con el mundo da la cocina. Os invito a que la visitéis, sobre todo.

    www.cocinaterapia-online.es

    Creo que responde a los postulados de la autora.

    Ann

    www.cocinaterapia.com

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