miércoles, 11 de agosto de 2010

Leyendo etiquetas

Fosfato de sodio, caseinato de sodio, etcétera: los secuestradores de proteínas

Por Claudia Luna

...el problema está en el abuso de las cantidades utilizadas para crear alimentos perfectamente diseñados...




Leí la etiqueta de una pizza lista para comer, la mayoría de las sustancias eran fosfatos, sales derivadas del sodio que forman parte de un grupo llamado E339 también conocidos como aditivos. Son útiles para la industria de alimentos a gran escala; contribuyen, en el caso de productos cárnicos, a dar una estructura firme, es decir, interactúan con las proteínas, disminuyen la pérdida de agua y aumentan su jugosidad.

El término aditivo engloba no sólo a los fosfatos, sino también a colorantes, aromatizantes, antioxidantes, espesantes, y emulsionantes; son compuestos químicos que no aportan ningún nutriente al ser ingeridos.

El organismo necesita de ciertas cantidades de sales y minerales para mantener un equilibrio hídrico y regular la presión sanguínea; sin embargo, para obtener estos beneficios necesita consumirlos de fuentes externas como cristales de sal y vegetales verdes.

La ingesta de sodio en pequeñas cantidades es básica para conservar un estado de salud favorable, en el caso de que sea natural, ¿pero qué pasa con los artificiales? todo en exceso es malo. Lo mismo ocurre con los aditivos, sólo que aún no existen campañas en contra de ellos. Causan desde pequeñas alergias, asma, reacciones de hipersensibilidad, daños renales y hepáticos, hasta anemia, irritaciones digestivas, descalcificación de huesos, dolores intensos de cabeza y hasta cáncer.

No dudo que el trabajo haya sido duro para la ingeniería en alimentos; por tanto, reconozco el valor y la importancia de este tipo de sustancias que mantienen salubres a los alimentos por mayor tiempo. La Unión Europea aprueba y legaliza todos los aditivos comerciales; crea un índice de ingesta diaria admisible para mantener un equilibrio en el consumo de ellos. Aún así, el problema es visible, real y está en el abuso de las cantidades utilizadas para crear alimentos perfectamente diseñados, aunque sean gramos de colorantes y enzimas artificiales, a largo plazo el impacto será más que visible e irreversible para quienes los consumen; y cómo no va a ser un problema si en cada mercado comercial las vitrinas se llenan de quesos y tamales que caducan hasta en dos años. Es difícil encontrar alimentos sin saborizantes artificiales y sales en exceso, pero no imposible mantener una alimentación libre de ellos.

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