sábado, 20 de noviembre de 2010

La Revolución puede esperar

Por Camila de la O



"Peppino había escuchado hablar de las delicias culinarias en el puerto..."


En tierras sinaloenses me topé con un corrido que contaba la historia de la visita de Giuseppe Garibaldi (mejor conocido como Peppino), nieto del gran Giuseppe Garibaldi unificador de Italia y fiero combatiente de la libertad.


Peppino
había escuchado a su abuelo hablar de la suculenta comida que había degustado a su llegada al puerto de Veracruz, ahí por el año 1850, así decidió en la breve escala que haría en el puerto tomarse un tiempo para comer, dejó sus pertenencias en un conocido hotel de la ciudad y se dedicó a buscar un lugar para saborear aquellos platillos de los que tanto le había hablado su abuelo.

Caminó por las pequeñas calles de la ciudad hasta dar con el restaurante en el que su abuelo solía darse el tiempo para disfrutar tranquilamente de un filete de huachinango relleno de mariscos y hoja santa, arroz a la tumbada o un chilpachole de jaiba con una cerveza XX (la única cerveza de México por aquellas épocas). Todo esto acompañado de una buena marimba.

Al término de la sustanciosa comida se retiró a descansar para partir en la madrugada hacia el norte a incorporarse a las fuerzas maderistas. Peppino, quien había participado en varios combates en Europa, luchó al lado de Madero con gran experiencia, lo que le valió ser nombrado coronel, cosa que no gustó mucho a los jefes populares maderistas. No haciendo caso a los comentarios de sus jefes, antes de la batalla de Casas Grandes, Peppino alcanzó el grado de General tras la toma de este poblado. En Casas Grandes se registraron saqueos y fusilamientos hasta la firma de los Tratados de Ciudad Juárez, lo que llevó Porfirio Díaz a renunciar.

En la confusión Peppino escapó después de la batalla de Casas Grandes en el ferrocarril Sur-Pacífico y llegó hasta Mazatlán. Peppino había escuchado hablar de las delicias culinarias en el puerto, del aguachile, el mochomo, chilorio y los grandes ostiones del Pacífico preparados con un ligero toque de perejil, así pasó unos días a la orilla del mar.

Regresó vigoroso, contento a comandar nuevas batallas junto a los revolucionarios conformados por José de la Luz Blanco, Pascual Orozco y el general Francisco Villa.

A la entrada de Madero a la Ciudad de México, Peppino emprendió su regreso a Londres por encomienda del propio Madero con la finalidad de conseguir más financiamientos para la Revolución. Peppino no pudo evitarlo: llegando a Londres buscó un lugar para degustar un buen Roast Beef y un Yorkshire Pudding, considerados platos nacionales de aquellas tierras. Para este héroe goloso, la Revolución podía esperar.

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