martes, 25 de octubre de 2011

Yoma, bar de fideos

Por Burditas Delicias

Por el derecho a comer rico sin gastar mucho



Era domingo, yo iba en el metrobús de Insurgentes, rumbo al sur; me llamó la atención el letrero rojo, con una evidente alusión oriental en la tipografía: Yoma, Noddle Bar. El local estaba cerrado y el metrobús me llevó lejos en un santiamén, así que no pude hacer mucho por averiguar qué era. Ya en casa, lo busqué en la red, sólo hallé la referencia de un blog donde mencionaban, de paso, que recomendaban el Yoma para comer tallarines que no fueran italianos, y poco más. 




El espíritu de aventura que hace falta para descubrir lugares con las tres B de rigor (bueno, bonito y barato), tiene sus raíces en un profundo instinto de caza, y se adereza con dosis iguales de curiosidad y hambre de tragón: un hambre distinta de la que proviene de la necesidad de sobrevivir. El concepto de Noodle Bar es atractivo por sí mismo, la combinación de lema, logotipo y ese espíritu de aventura fue la que me llevó, días después, a la caza. A buscar el sitio, nada de que “pasaba por aquí” ni de “ah, claro, lo recuerdo vagamente”: el objetivo era encontrarlo y probar los noodles.

De eso hará un par de años. La comida es notable y el lema hace honor a su nombre: el Yoma, Noodle Bar se especializa en fideos y tallarines de distintos ingredientes (hay de huevo, de arroz o de trigo) y grosores, preparados al estilo asiático. Los sirven salteados en wok o caldosos y, como buena cocina oriental, también tiene arroz, aromado con jazmín o en curry amarillo, rojo o verde. Ahora abre a las siete de la mañana para abastecer a los oficinistas de la zona y cierra a las once de la noche. La comida se sirve a partir de las doce del día, así que puedes muy bien ir por un almuerzo, una comida, una merienda o una cena. La sopa de coco, por ejemplo, es un plato necesario, yo lo pido cuando hace frío, cuando necesito sentir que hay cosas buenas en el mundo o cuando llueve. El caldo es especiado pero suave, feliz y generoso (como todas las porciones completas que se sirven allí).



Vincent, el orquestador de todo, es francés, estudió gastronomía en su país natal y, cuando vivía en Inglaterra, se hizo muy afecto a estos fideos. Llegó a vivir a México, estaba enamorado de la gastronomía local, pero... extrañaba los noodles. Investigó un poco y, como no halló nada que lo dejara satisfecho, montó el Yoma. A los comensales siempre los trata con mucha cortesía y, si no sabes qué pedir, te hace recomendaciones de acuerdo a tu gusto particular, qué es más picante, cuál es el origen del plato, si recomienda una porción completa o la mitad. En fin, que es un excelente guía de su propio restaurante, además de ser un dueño generoso.

La muestra gastronómica es muy variada, hay platos del sureste de Asia (como Singapur), de Japón, de Tailandia y de China. También tiene platillos que añaden un toque mexicano, como los rollitos de pato (imposible perdérselos); la sopa de pollo, que sorprendió a un comensal la última vez que fui, porque, en sus propias palabras “tiene un sabor nuevo y diferente de todas las sopas de pollo que conocía”. Y, como no podía faltar el reducto francés, una de las ensaladas lleva aderezo “de la casa”. Aunque, si vas con ánimo de probar algo nuevo, puedes pedir lo más raro para un paladar mexicano: un guiso con salsa de frijol de soya fermentado.



Una de las ventajas del noodle bar es que tú decides la porción y la combinación, los platos se pueden pedir con verduras (un buen dato para los vegetarianos), pollo, camarón, carne y, algunos, con pato. Hay porciones completas, si vas con mucha hambre o si quieres compartir y probar más de un platillo; y hay medias porciones, que son muy buenas si no estás para festines pantagruélicos. Otro punto a su favor son los precios: los más baratos van de una sopa chica, que puede ser de pollo, camarón o carne, por $40.00; o un plato chico de egg noodles con verdura, por $60.00; el más caro, una orden completa de curry thai, por $125.00. Para acompañar recomendamos un vaso de té verde, frío, o de té de jazmín. En promedio, dos personas pueden comer muy bien, por $260.00.

El Yoma es un local con una decoración muy acertada, minimalista y agradable, barra de café y pequeñas mesas de madera con taburetes en vez de sillas, que resultan muy cómodos; el conjunto invita a entrar, porque se adivina que no es un sitio falsamente pretensioso pero sorprende la calidad de la comida, que bien podría estar en otro sitio, más sofisticado, pero escaparía al encanto de los sitios pequeños y con encanto propio (los preferidos de Burditas Delicias). Su ubicación es, también, accesible: Insurgentes sur #623, casi esquina con Yosemite. Si vas en transporte público, puedes bajarte en la estación del metrobús La piedad y caminar hacia el sur, una cuadra y media, o bajarte en la estación Polifórum y caminar dos cuadras y media.

En Burditas Delicias medimos las bondades de un local con tazas de exprés (no con estrellitas ni con tenedores). Y al Yoma le otorgamos, a ojos cerrados, cinco tazas en todas las categorías. Quizá lo único que podríamos recomendar, es que mejorara su carta de postres, pero, la verdad, por muy tragaldabas que seamos, nunca llegamos con espacio suficiente para pedir nada dulce. ¿Una última virtud?, el café es muy bueno, que ya es mucho decir.

Yoma, Noddle Bar
Insurgentes sur #623, 
casi esquina con Yosemite

2 comentarios:

  1. Burditas... ¿ahí es donde me vas a invitar? Se escucha francamente yummie...

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  2. ¡Jajaja! Claro que sí (cuando nos alimenten gratis) ;)
    No te creas, cuando quieras ¡gracias por el logo, Sandra :)

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