Por el derecho a comer rico sin gastar mucho
Era domingo, yo iba en el metrobús de Insurgentes, rumbo al sur; me llamó la atención el letrero rojo, con una evidente alusión oriental en la tipografía: Yoma, Noddle Bar. El local estaba cerrado y el metrobús me llevó lejos en un santiamén, así que no pude hacer mucho por averiguar qué era. Ya en casa, lo busqué en la red, sólo hallé la referencia de un blog donde mencionaban, de paso, que recomendaban el Yoma para comer tallarines que no fueran italianos, y poco más.
El espíritu de aventura que hace falta para descubrir
lugares con las tres B de rigor (bueno, bonito y barato), tiene sus raíces en
un profundo instinto de caza, y se adereza con dosis iguales de curiosidad y
hambre de tragón: un hambre distinta de la que proviene de la necesidad de
sobrevivir. El concepto de Noodle Bar
es atractivo por sí mismo, la combinación de lema, logotipo y ese espíritu de aventura
fue la que me llevó, días después, a la caza. A buscar el sitio, nada de que
“pasaba por aquí” ni de “ah, claro, lo recuerdo vagamente”: el objetivo era
encontrarlo y probar los noodles.
De eso hará un par de años. La comida es notable y el lema
hace honor a su nombre: el Yoma, Noodle
Bar se especializa en fideos y tallarines de distintos ingredientes (hay de
huevo, de arroz o de trigo) y grosores, preparados al estilo asiático. Los sirven
salteados en wok o caldosos y, como buena
cocina oriental, también tiene arroz, aromado con jazmín o en curry amarillo,
rojo o verde. Ahora abre a las siete de la mañana para abastecer a los
oficinistas de la zona y cierra a las once de la noche. La comida se sirve a
partir de las doce del día, así que puedes muy bien ir por un almuerzo, una
comida, una merienda o una cena. La sopa de coco, por ejemplo, es un plato
necesario, yo lo pido cuando hace frío, cuando necesito sentir que hay cosas
buenas en el mundo o cuando llueve. El caldo es especiado pero suave, feliz y generoso
(como todas las porciones completas que se sirven allí).
Vincent, el orquestador de todo, es francés, estudió
gastronomía en su país natal y, cuando vivía en Inglaterra, se hizo muy afecto
a estos fideos. Llegó a vivir a México, estaba enamorado de la gastronomía
local, pero... extrañaba los noodles.
Investigó un poco y, como no halló nada que lo dejara satisfecho, montó el
Yoma. A los comensales siempre los trata con mucha cortesía y, si no sabes qué
pedir, te hace recomendaciones de acuerdo a tu gusto particular, qué es más
picante, cuál es el origen del plato, si recomienda una porción completa o la
mitad. En fin, que es un excelente guía de su propio restaurante, además de ser
un dueño generoso.
La muestra gastronómica es muy variada, hay platos del
sureste de Asia (como Singapur), de Japón, de Tailandia y de China. También
tiene platillos que añaden un toque mexicano, como los rollitos de pato (imposible
perdérselos); la sopa de pollo, que sorprendió a un comensal la última vez que
fui, porque, en sus propias palabras “tiene un sabor nuevo y diferente de todas
las sopas de pollo que conocía”. Y, como no podía faltar el reducto francés, una
de las ensaladas lleva aderezo “de la casa”. Aunque, si vas con ánimo de probar
algo nuevo, puedes pedir lo más raro para un paladar mexicano: un guiso con
salsa de frijol de soya fermentado.
Una de las ventajas del noodle
bar es que tú decides la porción y la combinación, los platos se pueden
pedir con verduras (un buen dato para los vegetarianos), pollo, camarón, carne
y, algunos, con pato. Hay porciones completas, si vas con mucha hambre o si
quieres compartir y probar más de un platillo; y hay medias porciones, que son
muy buenas si no estás para festines pantagruélicos. Otro punto a su favor son
los precios: los más baratos van de una sopa chica, que puede ser de pollo,
camarón o carne, por $40.00; o un plato chico de egg noodles con verdura, por $60.00; el más caro, una orden
completa de curry thai, por $125.00. Para acompañar recomendamos un vaso de té
verde, frío, o de té de jazmín. En promedio, dos personas pueden comer muy bien,
por $260.00.
El Yoma es un local con una decoración muy acertada,
minimalista y agradable, barra de café y pequeñas mesas de madera con taburetes
en vez de sillas, que resultan muy cómodos; el conjunto invita a entrar, porque
se adivina que no es un sitio falsamente pretensioso pero sorprende la calidad
de la comida, que bien podría estar en otro sitio, más sofisticado, pero
escaparía al encanto de los sitios pequeños y con encanto propio (los
preferidos de Burditas Delicias). Su ubicación es, también, accesible:
Insurgentes sur #623, casi esquina con Yosemite. Si vas en transporte público,
puedes bajarte en la estación del metrobús La piedad y caminar hacia el sur,
una cuadra y media, o bajarte en la estación Polifórum y caminar dos cuadras y
media.
En Burditas Delicias medimos las bondades de un local con
tazas de exprés (no con estrellitas ni con tenedores). Y al Yoma le otorgamos,
a ojos cerrados, cinco tazas en todas las categorías. Quizá lo único que
podríamos recomendar, es que mejorara su carta de postres, pero, la verdad, por
muy tragaldabas que seamos, nunca llegamos con espacio suficiente para pedir nada
dulce. ¿Una última virtud?, el café es muy bueno, que ya es mucho decir.
Yoma, Noddle Bar
Insurgentes sur #623,
casi esquina con Yosemite
Burditas... ¿ahí es donde me vas a invitar? Se escucha francamente yummie...
ResponderEliminar¡Jajaja! Claro que sí (cuando nos alimenten gratis) ;)
ResponderEliminarNo te creas, cuando quieras ¡gracias por el logo, Sandra :)