Las guerras del S. XX trajeron consigo avances tecnológicos y científicos que fueron desarrollados como tecnología militar; éstos también se utilizarían en otros ámbitos con la esperanza de mejorar la vida de los ciudadanos en tiempos de paz.
Una de las principales aplicaciones de dicha tecnología fue el uso de pesticidas, cuyo uso en la agricultura modificó la manera de trabajar el campo. La esperanza de un mejor futuro agrícola y la posibilidad de mejorar las plantaciones, erradicarían los problemas de hambre en el mundo. Se creía que la llegada de la tecnología agrícola traería consigo beneficios para toda la población.
A principios del siglo, las plagas eran eliminadas con gas cianuro, pero sólo un pequeño porcentaje de ellas era aniquilado. En 1930, Paul Muller diseñó un compuesto conocido como DDT, que eliminaba completamente los insectos de las plantaciones; parecía inofensivo para el ser humano, su costo era bajo y fue utilizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para eliminar mosquitos en regiones tropicales y detener la proliferación de la malaria. Con la explosión científica que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaron pesticidas más poderosos de tipo sintético, o de primera generación, que utilizaban arsénico, plomo o mercurio.
Aunque se pudo capitalizar a gran escala la venta de productos del campo, la industria agrícola tomaría poder y crecería a pasos agigantados, sin darse cuenta de que en un futuro no muy lejano perderíamos el control: el uso y abuso de pesticidas provocaría la proliferación de monocultivos, pérdida en la biodiversidad, baja calidad en el contenido alimenticio y reducción de cualidades organolépticas en los productos del campo.
Según la OMS (misma que antes veía en los pesticidas soluciones) afirma que anualmente mueren alrededor de 200 mil personas y 25 millones de afectados a causa del uso de pesticidas entre consumidores y trabajadores agrícolas. Los productos que en un momento prometían beneficios para la humanidad se han convertido en los enemigos del ecosistema. Ante un panorama como éste cabe preguntarse ¿qué revoluciones aparentemente positivas estaremos ejecutando hoy en día que serán percibidas como errores en un futuro?
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