jueves, 16 de septiembre de 2010

La vida después de una caja de chocolates

O cómo me tragué sin culpa las trufas de champaña en menos de cinco minutos.
Por Natalia Myr

Tenía frente a mi algunos chocolates en la caja de trufas de champaña que me había regalado mi novio algunos días antes de terminar. Había disfrutado cada una de esas trufas una por una: con una taza de té o de café por la tarde; o después de una cena con una copa de champaña, como si cada trufa mereciera su lugar, su momento y su maridaje adecuado.

De repente, tuve una necesidad impulsiva de devorar los últimos chocolates que permanecían en el fondo de esa bonita caja. Un ataque chocolatoso ocasionado por una mezcla de necesidades difusas: ¿era la búsqueda de endorfinas fáciles, una verdadera crisis de teobromina o simplemente una necesidad de desaparecer esa caja proveniente de mi ex?

El pretexto es lo de menos: la caja está vacía y yo, con una sobredosis de teobromina en el cuerpo lista para encontrar chocolates nuevos.

Trufas de champaña

250 gramos de chocolate amargo
125 gramos de mantequilla
1 yema de huevo
2 cucharadas de azúcar glass
2 cucharadas de vino espumoso
1 cucharada de cocoa en polvo
  • Fundir el chocolate a baño maría. Añadir poco a poco la mantequilla. Incorporar.
  • Retirar del calor. Añadir la yemas de huevo, el azúcar y el vino espumoso. Integrar.
  • Dejar enfríar. Formar bolas y rebozarlas en la cocoa.
  • Comer o regalar.

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