Por Anilú Llorente
"...el supermercado estaba terminando con las expresiones artesanales de la producción de alimentos."
Borough market, Londres.
© Anilú Llorete
En julio de 1934, un contingente de granjeros californianos llevaron sus camiones hasta una gran extensión de tierra conocida como Gilmore Island, en la esquina de Tecera y Fairfax, en Los Angeles. Desplegaron sus productos sobre la portezuela trasera de sus pick ups y aguardaron, quizás, un par de horas. Para su fortuna, los clientes comenzaron a llegar al lugar, estacionaron sus autos en el terregal, y recorrieron los pasillos comprando fruta, verdura y flores. A partir de entonces, y gracias al éxito obtenido en Los Angeles, los mercados de granjeros (conocidos en el primer mundo como farmer’s market), comenzaron a proliferar lenta pero sólidamente en los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Alemania, territorios donde el imperio del supermercado y la industrialización de los alimentos estaban terminando con las expresiones locales de la agricultura, la ganadería y la producción artesanal de alimentos.
Los mercados de granjeros, de entonces a la fecha, han cambiado ligeramente su estructura. Aunque casi siempre se llevan a cabo al aire libre y en espacios aledaños a la urbanización, hoy los ayuntamientos locales comienzan a apoyar la causa, cediendo espacios en desuso, en zonas estratégicas de la ciudad, para instalar ahí a los vendedores locales. Así, en una atmósfera casual y de camaradería, los compradores, canasta en mano, se reúnen hasta dos o tres veces por semana para adquirir fruta, verdura y productos frescos de la localidad.
Farmer market. Berkeley, California.
©Paz Merino
Tropicalizaciones
No en todas partes las habas se cuecen igual. Cabe mencionar que los mercados de granjeros tienen sentido, con ese nombre y esa estructura, sobre todo en los países del primer mundo. En América Latina, la situación del comercio local y masivo tiene rostros distintos. La tradición de la venta sin intermediarios se ha mantenido, en pequeñas ciudades de provincia y con ciertas variaciones, desde la época prehispánica hasta nuestros días.
Sin embargo, la realidad urbana presenta otros retos. La centralización de las mercancías, la gran cantidad de aranceles y el surgimiento de una nueva generación de consumidores más responsables o amantes de lo gourmet, han hecho que surjan mercados de productos orgánicos y artesanales en ciertas plazas de las principales capitales.
Mercado local de Atlixco, Puebla.
Higos en el mercado de granjeros en Duvrovnik, Croacia.
©Paz Merino
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