Cuenta la leyenda que en China, en el año 200 antes de nuestra era, el emperador Shen Nung paseaba por sus jardines mientras tomaba agua caliente. La suave brisa de la tarde hizo caer en su taza una hoja de Camellia sinensis. El líquido se perfumó delicadamente, transformando la manera en que el emperador, y el resto de la humanidad, tomarían esta infusión para siempre.
Todos los tés provienen de la misma planta, Camellia sinesis; sin embargo, las diferencias entre uno y otro radican en el tipo de hojas que se eligen y la manera de procesarlas. Así, las hojas de Camellia pueden convertirse en té blanco, verde, oolong o negro; también pueden aromatizarse con especias o flores, e incluso mezclarse con hojas de otras regiones, como es el caso del famoso English breakfast que lleva hojas de Ceilán, Assam y Kenia.
Té
blanco
Durante la dinastía T’ang sólo el
emperador tenía derecho a disfrutar de esta bebida. El té blanco se obtiene a
partir de las hojas más tiernas de la planta, aquéllas que contienen la mayor
cantidad de antioxidantes y defensas químicas.
Para optimizar sus cualidades y evitar
cualquier maltrato, las hojas se recolectan en las fincas de té a mano y
después se procesan rápidamente a fin de que no se oxiden. Su sabor es sutil y
elegante. En boca se percibe sedoso y con un final dulce. A la vista, la
infusión debe ser dorada y de gran claridad.
Té
verde
Las hojas que se utilizan para el té
verde son jóvenes y prácticamente no se dejan marchitar, sino que se procesan
estando aún frescas. Los tés verdes chinos usualmente llevan un rápido hervor
antes de empacarse, mientras que los tés japoneses se calientan con vapor.
El té verde cuenta con muy diversas
variantes, desde el refrescante Sencha
japonés hasta el preciado Dragonwell
chino. Sin embargo, todas se caracterizan por su frescura en boca, su aroma a
hierba recién cortada y su incomparable color jade.
Oolong
Esta variedad se procesa en distintos
grados: las hojas menos fermentadas conservan su color verde, mientras que las
más fermentadas alcanzan los tonos rojizos. Los más famosos varietales
provienen de China y Taiwán, aunque también se cultiva y procesa en la India,
en la región de Darjeeling a las faldas del Himalaya.
Al tener contacto con el agua, el té oolong
toma un color ambarino, en la taza su rango de aromas es muy amplio, resaltando
las notas a flores y frutas. De cuerpo consistente, puede conservar su
fragancia durante más tiempo que otros tés.
Té
negro
En el S. XVI, cuando los barcos que
transportaban el té desde Asia hasta Europa tardaban meses en llegar, era usual
que las hojas se descompusieran en el trayecto, resultando en un producto
imposible de tomar. Fue entonces cuando se inventó el té negro: hojas que se
dejan oxidar para preservarlas durante más tiempo.
Entre mayor es el proceso de oxidación
del té, más intensos serán su sabor y aroma. En boca se percibe su gran cuerpo,
sus aromas lo hacen ideal para combinarse con leche y azúcar.
Pu-erh
A diferencia del té negro, primero se
deja oxidar para después fermentarse mediante la aplicación de bacterias
inofensivas, enriqueciendo de esta manera su gama de aromas. Su infusión
resulta en un color dorado de sabor profundo y ahumado.
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