En el mercado de Kinshasa es común encontrar sobre las mesas monos ahumados con el rostro contorsionado por el efecto del fuego. Las mujeres explican a los turistas cómo prepararlos: hay que destriparlos primero, luego se coloca sobre las brasas para ahumarlo, pero toma unos dos días. Puede servirse en caldo o como plato fuerte, con tomate y una salsa de ajo sobre una cama de arroz. Sólo los turistas más osados ceden a la tentación de probarlo.
Más allá del tabú, nunca antes el consumo de primates había representado tantos peligros a nivel ecológico. Además de tratarse de especies protegidas, su carne encierra un problema de salud pública: al ser ilegal, no está sometida a ningún control sanitario. Hoy se sabe que algunos primates son portadores de enfermedades como el ébola y otros brotes epidémicos aún sin clasificar. Sin embargo, ante la situación de carestía, los africanos están dispuestos a correr el riesgo.
Pero no todo está perdido. Asociaciones como Bushmeat Project y Biosynergia impulsan la protección de las especies a través de medios audiovisuales en las escuelas del continente africano. Gracias a estas campañas, los niños y jóvenes se alejan de la cacería y el consumo mientras instan a sus padres a contribuir a la conservación.
Indie Food Project
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