lunes, 18 de abril de 2011

Crímenes contra la humanidad


Refrigerador
Estaba harto, aburrido de ser un simple contenedor de acero que transportaba latas y conservas, frutos secos, marchitos, sin color. 


Había dado la vuelta al mundo en numerosas expediciones, mirando de lejos las delicias vivas que pasaban por las manos de habitantes tan diversos como sus paladares. Mis goznes pedían a gritos una transformación, algo que permitiera a la humanidad probar aquellos manjares de frescura venidos de ultramar.
El espíritu del Progreso hizo caso a mis plegarias. Colocaron en mis entrañas un motor capaz de detener brevemente el paso tiempo, la muerte misma. Cambié yo, cambió el mundo. Las cocinas se transformaron, llenándose de frescura y diluyendo las fronteras entre los pueblos.
Pero fui juzgado y declarado culpable. Me atribuyen el cambio climático, la huella de carbono, la pérdida de los mercados locales, el aumento en los costos de los vegetales. Yo, que sólo quería compartir mis travesías, me encuentro en prisión. Ahora recuerdo todo aquello como un viejo sueño de futuro.

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